Soñar ya no es gratis
|Cada día más, todo está invadido por publicidades, imágenes de gente feliz y linda consumiendo productos lindos y felices. Y claro, todos soñamos con ser felices y lindos, o al revés.
La vieja frase “soñar es gratis” yo ya no la veo tan acertada. Justamente es nuestro punto más débil y ellos lo saben. No te venden un coche a secas, te van a vender autorrealización; no te venden un shampoo, sino promesa de placer; no una gaseosa, sino tradición.
Claro que está en uno mismo aceptar o no ese mundo de aparente felicidad, bueno, ese mundo simplemente de apariencias. Pero como diría el viejo George W.B. -en oposición a ese personaje subversivo de “Un mundo feliz”-: “cualquier mentira repetida un millón de veces se convierte en una verdad”.
En nuestro mundo feliz compramos evasión. La burbuja cada vez crece más y cada vez son más los que no quieren que estalle. No hablo de rebeldía, sino de conciencia. No se plantea cambiar el mundo, sino a si mismo. Eslóganes harto repetidos e igualmente olvidados. Se deben seguir los sueños, pero los de uno mismo. Para eso hay que reconocerse y como diría Emil -ese amigo de Damián-: nada hay más molesto para el hombre que seguir el camino que le conduce a si mismo. El camino a uno mismo es el camino también a los demás y al revés: el camino a los demás también es el camino a uno mismo; talvez por eso haya muchos que les cuesta relacionarse, los demás juegan involuntariamente a ser espejos en los que uno se ve reflejado y eso a veces frustra.
El universo empieza en mi y se expande hacia el infinito.
Todo sigue su camino, y cuanto más se intenta luchar, más se fortalecen. Mejor saben llevar nuestra felicidad apenas sin que nos demos cuenta. La lucidez es lo que está en juego. Su objetivo es hacérnosla confundir con nuestros sueños para que ya no sepamos diferenciar lo real de la ilusión. Cada día más, la gente solo ve lo que quiere ver, saber solo lo que le es provechoso saber sin salirse de sus sueños de fantasia. Y mientras tanto los olvidados siguen saltando vallas -de Melilla- que van creciendo: dos metros, seis metros...Estos también quieren soñar, pero ellos ya no importan. La indiferencia de los ricos -los soñadores- es más devastador que cualquier tsunami, sequía o inundación. Ellos lo pagan caro, pero tarde o temprano nosotros también.
Todos somos responsables de lo que pasa, aunque nos guste creer que un tejano borracho y loco tiene la culpa de todo.